El principal problema que se encuentran los vecinos para legalizar sus viviendas está en la solicitud de nuevas licencias (en realidad, en la mayoría de los casos, la primera), además de, por supuesto, aquello tan aburrido de que las sentencias judiciales hay que cumplirlas. Si los edificios ilegales solicitan una licencia, ahora que el plan de urbanismo les permite su existencia, pueden aferrarse a este clavo ardiendo para justificar su no demolición.
El problemilla está en que en el momento de construirse la mayoría de edificios no se pagaba por esas licencias, mientras que ahora se paga un porcentaje de la ganancia estimada. Y teniendo en cuenta que la ganancia no es poca (el precio tasado del piso), la licencia no sale barata. Los vecinos de Jacinto Benavente se apuntan a este salvavidas tan caro, será para que el bialcalde Caballero no les insulte. Con lo fácil que sería saltarse toda la legalidad vigente y hacer lo que les dé la gana, para después exigir que el Concello les pague la factura. O podrían hacer como el nuevo Conselleiro de Política Territorial, que se acuerda ahora de que lo mejor es construir los aparcamientos en las afueras de la ciudad, y no en el centro urbano, tal y como los dejó bien cerraditos la Perly en Vigo. Claro que para este malabarismo se necesita tener la clase y el estilo de la Perly, que, a pesar de estar bien advertida de que se deje de chorradas estos dos años en que estará al frente del puerto, no puede evitar inaugurarse a si misma en un trasatlántico de lujo, con capitán italiano y todo.
Clase y estilo es lo que necesita el Concello y no tanto pobretón de los de pedir. Entre el Bloque, que les cierra el albergue del Casco Vello porque molestan a la pobre Elena González, el Psoe, que se manifiesta en contra de que se los lleven al lado del Concello, y el Pp, que se aprovecha de simples declaraciones periodísticas (que no hay más), para que se mueran en la calle, nos están poniendo perdida la ciudad de mendigos. Como si fuera tan fácil ponerse de acuerdo, que si no es ni para los pobres ni para el glamour olívico, expresado en el Pazo Quiñones de León. A ver si sacan al gordito de Eudosio para que, por lo menos, opine.
Acaberemos dándole la razón al Figueroa, que cuando no se pone faltón hasta parece que piensa.
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