martes, 10 de febrero de 2009

padres

Una pareja joven se enamora, se van a vivir juntos y tienen un hijo. No son drogadictos, no son delincuentes, pero son extremadamente pobres. No tienen trabajo ni luz ni agua en su casa. Ella tiene una pensión, pero se le ingresa en una cuenta corriente a nombre de su madre, que se hace cargo, ilegalmente, de ella. Son miserables que acuden a los servicios sociales cuando esperan el nacimiento de su hija, pensando que el Estado existe precisamente para casos como éste. Para ayudar a la gente que pasa una mala racha sin caer en las drogas ni en el alcoholismo, ni en la violencia, que se esfuerza por tener una vida normal. Más en el momento en el que esperan la llegada de su hija.

Es gente que ha luchado para que un juez decida que tienen capacidad para cuidar de ellos mismos, equivocándose y acertando, como todo el mundo. Quizá cometiendo más errores que aciertos, como hacemos la mayoría de la gente, que elegimos un trabajo por lo agradable que es el ambiente de trabajo y no por el salario o que nos vamos a vivir a un barrio porque queda cerca del trabajo, a pesar de no tener parques cerca. Sólo el tiempo dirá si acertamos, si la decisión fue un error que marcará nuestra vida o un acierto pleno que no sabemos valorar. Se supone que eso es la libertad, el poder decidir esas cuestiones diarias, sabiendo que nos equivocamos y acertamos y que no podemos culpar a nadie.

En el caso de esta pareja no cupo la libertad. Los prejuicios brutales de la raza más rastrera y sucia que existe sobre la tierra, los trabajadores sociales, que se creen por encima del bien y del mal y, sobre todo, por encima de la legalidad, les impuso la peor decisión que puede sufrir un ser humano, la de perder a su hija de dos días. No se me ocurre nada peor. No eran drogadictos ni violentos ni borrachos ni vagos. Son "discapacitados". Nunca podrán ser ministros ni médicos ni abogados ni posiblemente auxiliares administrativos.

No sé si le enseñarían a su hija que por ser mujer debe complacer siempre a su esposo aunque éste le golpee, o le enseñarían que lo importante en esta vida es tener el máximo dinero posible o arriesgarían su vida no poniéndole el cinturón de seguridad en el coche o que el modelo correcto de razonamiento no es el científico si no el religioso o que los pobres son pobres porque se lo merecen o que sólo debe respetar aquellas convenciones sociales que le beneficien o cualquier otra cosa que hiciera de su hija un ser mezquino y desdichado o que ponga en peligro su vida.

Los servicios sociales de la Junta de Andalucía decidieron que no tienen esa libertad básica que los demás disfrutamos, que sus errores y aciertos deben ser los que la Junta decida, que los servicios sociales no están para ayudar a esta niña y a su familia, si no a otra pareja limpia y decente, "apta", según sus criterios (que, no lo olvidemos, son diferentes a los que marca la ley), a los que entregar de por vida al bebé.

En principio estoy en contra de las campañas de ayuda a casi cualquier causa. Pero ésta en concreto me parece que muestra claramente cómo un ser humano que se esfuerza por su dignidad puede perderla sin que medie ningún motivo más que la opinión no fundamentada de otra que se cree, por definición, superior.



Fuente de la noticia, Im-pulso.

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