Tengo que reconocer que le doy la razón a Pontevedra en el tema de las delegaciones provinciales de la Xunta de Galicia. La chapuza jurídica que montó el conselleiro Rueda para que cuatro palurdos vigueses se emocionen a costa de la "división territorial" no se sostiene. La división territorial de la administración gallega necesita algo más que un decreto hecho sobre la marcha para establecerse. Otra cosa es la división funcional. Y creo que aquí está el lío.
El decreto aprobado por Feijóo habla de la división territorial de la provincia de Pontevedra en cuanto a sus funciones administrativas. Y aquí es donde no funciona la cosa, porque dicha división territorial es una falacia. Es falso que en Vigo se pueda estudiar un proyecto medioambiental o referente a medio rural, por ejemplo. Se estudiará, se aprobará o se denegará en Pontevedra. La división que tenemos y que aparece en el famosos decreto es funcional. En Vigo tres funciones y en Pontevedra las otras siete. Diez funciones en total para la Xunta de Galicia, una por consellería.
Otra cosa es que el señor de Vigo que presente una solicitud a cualquier consellería pueda hacerlo en Vigo. Eso sí puede hacerlo, pero, vamos, que puede hacerlo en la oficina de correos de Sabadell que le valdrá lo mismo. Nuestra Minidelegada sólo gestionará aquellas áreas que ya existían antes y ni una más. Prueba de ello es que el mismo Feijóo reconoce que ni un funcionario se moverá de Pontevedra a Vigo. Ni el funcionario ni la función que ejerza ese funcionario. Tanto follón para que todo quede igual.
Bueno, igual no, porque en el decreto, y aquí es donde está la chapuza, se menciona específicamente la gestión de los catorce concellos famosos de Pontevedra. Se menciona, pero nada más. Esta curiosa división territorial no se especifica más allá de su simple mención. Y así debe ser, porque para esta división de la Administración siguiendo criterios territoriales se necesitaría una modificación más sustancial de la misma administración gallega.
Una empresa de Santiago puede presentar su solicitud de subvención, por ejemplo, en Lugo. Desde el registro de la delegación de Lugo, se enviará al departamento correspondiente. Si toca que sea la delegación de Lugo, pues en la de Lugo, y si toca que se decida esta solicitud en Santiago de Compostela, donde todavía se deciden la mayoría de ellas, pues se irá a Santiago. Y si un señor de Nigrán quiere esa misma subvención, pues la presentará en Vigo, porque le queda más cerca, o en Pontevedra, donde esa subvención se decidirá. A no ser que crea que hablando con Lucía Molares su solicitud tendrá más opciones de ser aceptada, pero a eso se le llama nepotismo, creo, y está muy feo que la Administración no tenga criterios objetivos y cuantificables. Así que toca sello en Pontevedra, Vigo, o la oficina de correos de Sabadell, que tanto da.
El resto son ganas de liarla, de hacer promesas que dejan con el culo al aire a los pobres paisanos que se las creen, como el
Atlántico Diario, que ya se veían como la república independiente del kiwi vigués. No es de extrañar, pues, esa manía en fomentar la crispación ante el legítimo nerviosismo de los ciudadanos de la capital provincial, cuya influencia se vería mermada si se llega alguna vez a desarrollar este decreto tan bobo.
En cualquier caso este tema nos ha dado el fin de semana una serie de titulares realmente impagables, de esos que hay que conservar recortados en la caja de zapatos de la inteligencia. Desde los insultos directos al pobre alcalde pontevedrés por lograr reunir unicamente a 3.000 personas o a la prensa rival, que contó en total
20.000. Desde luego ya otras estimaciones como los 30.000 del
Xornal, las 15.000 de
El País o los 20.000 de
La Voz de Galicia ni existen para estos águlias del periodismo. Todo sea por el buen nombre de Vigo y a mayor gloria de su área metropolitana, motor de Galicia, faro de Oriente, puerta del Atlántico, pulmón industrial y reserva espiritual del más rancio caciquismo.
Sin ánimo de ofender y puesto a buscar enemigos, aconsejamos a los muchachos del Atlántico que llamen ahora mismo a su empresa matriz, La Región de Ourense, esos canallas, empantanados en el fango de su odio irracional, que se sumaron con tanta ingratitud a la cifra de "
decenas de miles" de manifestantes. Decenas de miles son por lo menos 2 decenas, o sea los mismos 20.000 que defiende esa gran meretriz del periodismo que es el Fallo de Vigo.