lunes, 20 de octubre de 2008

noticias de lunes

Recuerdo que días antes de las elecciones municipales que llevaron a Ventura a la alcaldía el Fallo de Vigo sacó el domingo un reportaje de dos páginas a color sobre el pésimo estado de mantenimiento de la calle Montero Ríos. Hay que reconocer que era un reportaje de mérito, puesto que se molestaron en levantarse antes de las ocho de la mañana para poder fotografiar las botellas vacías que horas después recogía el servicio correspondeinte.

Esa calle, una vez desaparecidos los jardines del siglo XIX que la adornaban, se convirtió, por obra y gracia de un arquitecto andaluz, en un patio privado para las cafeterías de la zona. Es uno de los sitios más indeseables de la ciudad, donde los aspirantes a alta sociedad pasean sus ropas portuguesas y sus gafas de mercadillo consumiendo los helados y los refrescos que los bares se dignan a servir, cuando el modelo que trabaja temporalmente de camarero se acuerda de su presencia.

Después de dejar su barco atracado, salen con el jersey sobre los hombros, las gafas sobre la gomina y el moreno devorando lentamente las células sanas de su piel. Disimulan el frío que llega del mar, hablan a gritos y sacan en cuanto cualquier excusa se lo permite, el teléfono móvil de última generación.

Cualquier persona de bien sólo puede desear al pasear por allí que regresen los travestís que antaño se lucían en ese mismo lugar, los borrachos que se escondían entre los camelios para compartir una botella de vino y un bocadillo y las señoronas caducadas con perrito y abrigo de pieles con su anciano semi roto colgado del brazo.

Las malas lenguas atribuían la expresión "empresario de hostelería" con la que el PP presenta a Figueroa a dueño y señor de la mayoría de esos garitos que por el día invanden la acera y por la noche reparten alcohol a menores. Desconozco porqué esa zona ha degenerado tanto, pero sería bueno que alguien explicase porqué su enlosetado no resiste el tránsito de camiones pesados que tienen permiso para carga y descarga, o porque comienza un rally en el centro de una ciudad, en una de las pocas zonas peatonales con las que cuenta.

Ya de la cosa de "la imborrable resaca del botellón" a la que hace referencia Alberto Blanco, no somos capaces de distinguir si hace alusión a alguna desagradable experiencia personal o a alguna desconocida lesión medular del encargado de limpieza. En cualquier caso, nos parece que no es de buen tono hacer alusión a cualquiera de estos dos hechos.

2 comentarios:

dulaman dijo...

Estando tan cerca el mamotreto de la Xunta ahí al fondo es lógico que esa zona esté llena de pijerío. Los bloqueiros se merecen un sitio así por donde poder presumir lo bien que les va de funcionarios (cuando no de "apostas persoais", claro).

pablo gonzalez dijo...

funcionarios hay pocos del bloque. entre ellos se estila más lo de interinos y personal laboral, que les engancha más a la fidelidad canina de la que presumen como de una virtud.

La "aposta persoal" tiene un visión excelente del paseo, pero entre inauguraciones fantasma y cafelitos, mejor estaba en el almacén.