martes, 30 de septiembre de 2008

los chicos con los chicos

Tuve la mala fortuna de estudiar parte del tramo de escolarización obligatoria en uno de los centros denunciados por la C.I.G. de segregar a los alumnos por sexo, así que, por una vez, y sin que sirva de precedente, hablo con conocimineto de causa.

Hace años un padre voluntarioso quiso matricular a su hijo en el centro de F.P. Aloya. Dicha solicitud fue denegada alegando que áquel es un centro femenino. Puesto que dicho centro está subvencionado, se supone que debe adscribirse a determinados principios de calidad, entre los que se incluye la escolarización mixta. El padre, por lo tanto, se vió avalado para denunciar el caso, que llegó al TSXG. El Tribunal finalmente decidió que en el momento del concierto, el colegio Aloya ya era femenino y que la Xunta conocía tal condición. Puesto que nunca le obligó a variar esta condición de alumnado femenino, éste no tenía la obligación de variar su tradición.

Ahora es la C.I.G.-Ensino quien finalmente realiza la denuncia por esta circunstancia. Es decir, no denuncia al centro, por mucho que se intente presentar esta falacia como cierta. Nadie puede obligar a estos colegios a que eduquen a sus alumnos como les vengan en gana. De hecho, yo estoy a favor, puesto que las relaciones homosexuales se ven atacadas con demasiada frecuencia como para pretender coartarlas ahora con absurdas excusas. La enseñanaza de la peluda hombría de retrete en un sano ambiente homo debiera de protegerse como se protegen las especies protegidas y quien envía sus hijos a estos ambientes, en los que el Opus Dei se mueve como pez en el agua, debiera ser defendido.

Otra cosa, claro está, es que se pretenda que se paguen estas sanas costumbres magreatorias con dinero público.

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