Si una persona decidiese que su hijo debe perder un brazo antes de ser curado porque el uso de materiales quirúrgicos ensucia el aura o le prohibiese lavarse los dientes por ser propio de burgueses prepotentes o le forzara a vestir siempre amarillo porque este color está en sintonía con las energías vitales de su espíritu, todos diríamos que está mal de la cabeza y que no merece la paternidad. Sin embargo, si decide que debe ser segregado de otros niños de diferente sexo o que debe recibir una educación específica incompatible con la racionalidad y las normas básicas de higiene moral y cívica que nos rigen a todos, lo aceptamos como un "derecho".
Es algo así como dormir en una almohada rellena de plumas de pato arrancadas cuando el pato aún está vivo o ejecutar a la gente por motivos políticos camino de la prisión. Son racionamientos que se me escapan y que me producen escalofríos cuando oigo cómo hay gente que los defiende.
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2 comentarios:
Tu fotografía del sofá en el hospital ha causado furor. Saludos.
prefiero pensar que es cosa del texto, por aquello de que la gente todavía lee.
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